Puede
ocurrir que ante los ojos de cualquier
transeúnte, los cuerpos adquieran
configuraciones fragmentarias: sólo un pie o una mano... sosteniendo
algo. Unas bolsas que cubren algunas
partes del cuerpo y denuncian de esa manera su existencia, una cabeza
emergiendo de un basural, unos trapos colgando, un cuerpo acostado en un
zaguán.
Ver o no ver, sólo depende del campo
visual del ciudadano...o de su deseo.
Incompletos, mutilados, ignorados
apenas, los cuerpos marchan por las calles de la ciudad ante los ojos de los
transeúntes, cuerpos otros que se hacen llamar “no-yo”.
A veces, sólo puede verse el costado
de un cuerpo que empuja a los otros en su carrera loca por llegar a tiempo,
costado del que se percibe apenas un hombro. Y si el transeúnte presta atención
a ese cuerpo, verá cómo el hombro se aleja portando algo que cuelga, como si
fuera un perchero andante: es un hombre lo que cuelga.
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